El presente diorama expuesto en el Museo de la Evolución Humana de Burgos representa una visión del destierro del Cid y de la sociedad de la época.
"Desterrado por su rey Alfonso VI, el Cid se ve obligado a dejar las tierras castellanas con la orden de abandonar el reino en un plazo de nueve días. la tristeza del Cid cuando, a lomos de su caballo, Babieca, vuelve la mirada para ver los muros de su casa y propiedades, en Vivar."
"Acompañado por su mujer, sus dos hijas y un reducido grupo de parientes y amigos, El Cid se encamina así hacia el destierro, que le llevará por tierras musulmanas hasta Valencia."
En el diorama, presidido por una cigüeña vigilante desde lo alto de su nido, se han incluido campos de secano así como un par de graneros.
La ermita de Santa Cecilia, ubicada en Barriosuso (Burgos) fue construida entre los siglos X y XII.
Su situación en el diorama está, igual que la ermita original, en lo alto de un risco cerca de un río (el Mataviejas) y tiene un diseño simple de estilo pre-románico.
El templo tiene una nave central con un tejado a dos aguas del siglo X. En el siglo XII se añadió una galería porticada adosada en unos laterales con arcos de medio punto.
Destacar el tejado de la torre de planta cuadrada. El objetivo era la construcción de un tejadillo con el mismo diseño e inclinación que el resto. La técnica que se utizó fue curiosa, con un buen resultado.
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga...
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo sudor y hierro-, el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral.
Es toda ojos azules
y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
«Buen Cid, pasad...
El Rey nos dará muerte,
arruinará la casa,
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El cielo os colme de venturas...
¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!»
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: "¡En marcha!"
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.